domingo, octubre 24, 2010

EDV: Llamas apagadas

Llamas apagadas

El viaje a través del bosque había sido largo y monótono, el viajero habría perdido ya la cuenta de las horas de no ser por las frías noches que pasaba durmiendo bajo las estrellas. Cuando finalmente llegó a la linde del bosque la vio a ella, esperándole frente a un paisaje que le resultaba muy familar. La mujer vestía íntegramente de rojo fuego, su mirada era triste y reflejaba una gran ansiedad así como señas inequívocas de haber dormido poco; a su espalda, el majestuoso lago en el que acababan las cascadas y ríos de las montañas les recibía con un leve murmullo de aguas agitadas.

-Has tardado mucho- Dijo ella.

-Lo necesario- Respondió el recién llegado –Ha sido un viaje largo. ¿Dónde está? Espero que no sea tarde.

-Eso tendrás que juzgarlo tú- Dijo de nuevo sin lograr evitar que durante escasos segundos vislumbrase un gran pesar en su mirada –Acompáñame.

Caminaron en silencio algo más de una hora, el paisaje hasta el lago era monótono pero las picudas montañas que se extendían hacia el horizonte suponían una visión embriagadora. Al llegar al lago, el estruendo del agua al caer era ensordecedor aunque ninguno de los dos se detuvo, la mujer comenzó a caminar sobre unas losas que se elevaban sobre el agua formando un camino recto hacia la cascada central y su acompañante la siguió sin titubear. Una vez dentro, el viajero contuvo la respiración, había visto muchas situaciones parecidas pero en esta ocasión podía entender perfectamente la tristeza de su acompañante, una imponente ave de plumaje del color del fuego y siete largas colas se encontraba tendida en el suelo desprendiendo apenas un tenue brillo rojizo que lejos estaba de hacer justicia a su majestuosidad, sus ojos estaban apagados fríos y al acercarse a ella el viajero advirtió que gran parte de su plumaje estaba en el suelo inerte y sin color.

-Se está muriendo- Dijo con voz apagada el viajero –Es peor de lo que pensaba.

-Mi orden siempre veló por su seguridad pero nada puedes hacer por una criatura que se muere lentamente por una causa que desconoces- Le respondió la mujer.

Permanecieron en silencio unos minutos mientras el viajero examinaba a la legendaria criatura y recogía algunas de las plumas del suelo. Al cabo de un rato, ofreció a la mujer de rojo un frasco brillante y se dio media vuelta.

-No hay nada que pueda hacer- Le dijo –Eso ayudará a prolongar su vida pero no sé cuánto más aguantará.

-¿Eso es todo?- Le reprendió ella -¿Te vas sin más?

-Eso es todo lo que yo puedo hacer aquí- Respondió mientras cruzaba la cascada –Pero quizás haya un modo de frenar esta enfermedad, algo que solo averiguaré si viajo a las montañas… y encuentro a los dragones.

El viajero abandonó el lago y partió hacia las montañas, le esperaba un viaje aún más largo y peligroso que el que le había traído hasta allí pero eso no le importaba, algo estaba ocurriendo en el mundo y era su deber solucionarlo.

domingo, octubre 10, 2010

EDV: El Despertar

EL DESPERTAR

Abrió los ojos y se encogió, fue una reacción instintiva y no habría sabido decir a qué se debía pero al instante se dio cuenta de que tenía problemas mucho mayores que eso. Intentó hablar y de su garganta solo salió un graznido seco, intentó mirar a su alrededor y la oscuridad le rodeaba; su boca estaba pastosa y su cuerpo entumecido, trató de levantarse y al instante sintió un agudo dolor en su cabeza justo donde acababa de golpearse.

-¿Dónde estoy?- Se dijo mientras palpaba a su alrededor comprobando que a pocos metros en todas las direcciones había una superficie fría, rugosa e irregular que le impedía el paso -¿Quién me ha encerrado aquí?

Tuvo que calmarse y ordenar sus pensamientos, hizo memoria y trató de recordar cualquier cosa pasada que le ayudase a entender su situación pero solo recordaba caos, oscuridad y algo grande y amenazante que se cernía sobre él mientras se encogía de terror. “El Martillo del creador” se escuchó decir sin saber qué significaba aquello.

A medida que pasaba el tiempo seguía sin recordar nada pero se dio cuenta de que no sentía miedo, palpaba los bordes de su prisión y sentía confianza, aquello era su medio, parte de su naturaleza, ¿era piedra? Ahora estaba seguro de que así era, piedras superpuestas, derrumbadas y amontonadas unas encima de otras pero respetando su espacio vital. Ahora que lo sabía solo podía pensar en que la única salida de allí podía estar sobre él, hacia arriba, por lo que de nuevo volvió a incorporarse lo justo para palpar el techo y tratar de encontrar alguna fisura entre las piedras. Agarró, empujó y rugió mientras las piedras cedían y pequeños cascotes caían a su alrededor, eran piedras grandes pero no tanto como para impedir su ascensión, sus manos eran fuertes y sus brazos resistentes, podía sentir como su cuerpo estaba hecho para tratar con la piedra y aunque su tamaño no era muy grande su musculatura bastaba para pugnar y resistir la presión del duro material que se interponía entre él y la superficie.

Al cabo de lo que pareció una eternidad un rayo de luz le cegó y detuvo su empuje aunque solo por unos segundos ya que al instante lo retomó con fuerzas renovadas. Empujó, se retorció y ascendió hasta emerger de la piedra con un rugido ensordecedor bajo un brillante sol que iluminaba la montaña donde se encontraba. Entonces lo recordó todo, él era uno de los hijos de Aulë y por fin había despertado de su sueño, ahora el mundo era para él y aunque el Sol no le agradaba el frío y duro tacto de la piedra bajo sus pies era una sensación que merecía la pena preservar.

FIN

Esto no toleraré, que estas criaturas lleguen antes que los Primeros nacidos de mi hechura, ni que tu impaciencia sea recompensada. Dormirán bajo la piedra en la oscuridad y no saldrán de ella hasta que los Primeros Nacidos hayan despertado sobre la tierra; y hasta ese momento tú y ellos esperaréis, aunque la espera os parezca larga.

Illúvatar (De Aulë y Yavanna); El Silmarillion. J.R.R. Tolkien